Las crisis (de deuda) por venir

31/08/2018

Cada día se escuchan más voces que alertan de una inminente nueva crisis financiera. Cuando se cumple una década desde la caída de Lehman Brothers, la inestabilidad en el sistema financiero está lejos de haber sido superada. Lejos quedan las promesas de reformar el capitalismo que líderes occidentales lanzaron al viento en pomposas cumbres tras el estallido de la crisis en 2008. Y lo cierto es que en muchos casos el crecimiento conseguido en algunos países se ha dado a partir de la profundización de las estrategias que nos llevaron a la crisis financiera de 2008-2009. El proceso insaciable de financiarización de la economía, la especulación financiera, la evasión fiscal, las burbujas inmobiliarias, y el endeudamiento sin límites, siguen estando a la orden del día, en nuestro país y en buena parte del mundo.

El polémico y multimillonario inversor George Soros dijo hace unos meses en un seminario en Paris “podríamos estar ante otra gran crisis financiera”, haciéndose eco de la fuga de capitales desde economías emergentes como la argentina, la turca o la indonesia, refugiándose en la fortaleza del dólar. Otros apuntan al impacto del fin de la política monetaria expansiva del BCE y la posible subida de tipos de interés como la chispa que haga encender una crisis en Europa que se pueda contagiar a otros países, especialmente países emergentes.

Dos dirigentes jubilados del Banco Internacional de Pagos (BIS, por sus siglas en inglés, conocido por ser el banco de los bancos centrales), conocido por ser una institución altamente conservadora, han publicado recientemente un libro en el que avisan de la bomba de relojería que supone el sistema financiero global, debido a las políticas erróneas y temerarias en los países occidentales. Peter Dittus y Hervé Hannoun avisan precisamente de la acumulación de deudas, facilitadas por la política monetaria y los bancos centrales del G7 y la UE (BCE). Según un artículo de Martin Kohr, de South Center en Suiza, el libro denuncia que las políticas monetarias extremas del G7 han socavado los cimientos de la economía de mercado, al manipular los tipos de interés a largo plazo, distorsionar el valor de activos de todo tipo y devaluar los riesgos de la deuda soberana en países occidentales. Consideran también que se ha ido demasiado lejos con la política expansiva del BCE, conocido como quantitative easing, y, tal y como se advertía en un artículo de Manuel Gabarre en El Salto, la alternativa ahora puede ser desastrosa.

El FMI, como en crisis anteriores, no reconoce la inminencia de una nueva crisis financiera, pero no niega esa posibilidad, y sí ha advertido que los niveles de endeudamiento de los países están subiendo de forma alarmante en algunos casos. El período prolongado de tipos de interés bajos ha supuesto un incremento de la deuda global hasta el 225% del PIB mundial en 2016, 12 puntos por encima del último récord, en 2009. Ante ello, recomienda que los países aprovechen los ciclos económicos positivos para “acumular reservas fiscales para los tiempos tempestuosos que eventualmente llegaran”.

El propio FMI advierte que la principal economía emergente (aunque dudo que se le deba seguir llamando así), China, es responsable del 40% del incremento de la deuda, aunque otros países del norte, economías emergentes e incluso países empobrecidos, se encuentran en situaciones vulnerables y de riesgo de crisis de deuda. En el caso de China hace años que se va advirtiendo de los elevados niveles de deuda tanto pública como privada, y el efecto dominó de una crisis de deuda en China puede ser impredecible, siendo este país uno de los principales importadores de materias primeras de los países del Sur.

Precisamente la ralentización del crecimiento en China ha afectado fuertemente a países en América Latina y África Subsahariana, que en las últimas décadas habían crecido a fuerza de exportaciones a y créditos del gigante asiático. Países como Argentina, que ha acabado acudiendo de nuevo al crédito del FMI, Brasil, Ecuador o Venezuela, pero también Chile, Colombia y Perú, hace algunos años que notan el descenso del volumen y precio de las materias primas que hasta hace poco exportaban sin problema a China. El fin del llamado “superciclo de las materias primas” está afectando particularmente a los exportadores sur-americanos de minerales, petróleo o soja. En el caso de México y Centroamérica, hasta ahora la fortalelza del dólar y de la economía estadounidense actuaban como amortiguador, pero la política comercial de Trump puede acabar con ello.

Esta situación afecta también a numerosos países africanos. Hace ya algunos años que activistas contra la deuda advierten de una nueva crisis de deuda especialmente en países de África Sur-sahariana. Este año el propio FMI ha reconocido que la situación es preocupante, pero la tendencia hace años que se vislumbra. Según Jubilee Debt Campaign, uno de los grupos que, desde el Reino Unido, hace años que advierten que la crisis de deuda en los países del Sur no se ha acabado, los pagos de deuda en los países empobrecidos se ha incrementado un 60% entre 2014 y 2017, y se encuentran a su nivel más alto desde 2004. Los tipos de interés bajos, y el crecimiento de algunas economías especialmente en África, han llevado una lluvia de crédito y operaciones público privadas (con deuda en la recámara).

Los créditos a gobiernos de países empobrecidos casi se ha doblado, pasando de 200 mil millones de dólares en 2008 a 390 mil millones de dólares en 2014, situándose entre 300 y 350 mil millones en el período 2015 a 2017. La caída de los precios de materias primas desde mediados de 2014 ha supuesto dificultades para muchos gobiernos, que han visto reducidos sus ingresos y devaluadas sus monedas, por lo que el peso del pago de la deuda aumenta, al estar ésta denominada mayoritariamente en dólares. Países como Mozambique (que afronta una particular crisis de la deuda), Ghana, Angola, Chad, Gabón, Gambia en áfrica sur-sahariana, Laos y Sri Lanka en el Sur Este asiático, Granada o Jamaica en el Caribe, y Túnez o Líbano, en el norte de África, son los que acumulan mayores pagos de deuda en 2017. Muchos de ellos recibieron cancelaciones de deuda a principios de los 2000, pero la solución que se les ofreció desde los organismos financieros internacionales fue reducir la deuda para volver a iniciar el mismo ciclo de nuevo.

En definitiva, sea en Europa tras el fin de los créditos del BCE y del tipo de interés barato, en China o en los países emergentes, o en África u otros países empobrecidos, lo cierto es que las crisis que vienen no se pueden ignorar. Están a la vuelta de la esquina y se parecen mucho a las crisis que ya vinieron. O quizás debemos plantearnos si se trata de crisis o del funcionamiento sistémico del capitalismo.